Espero que tras el trabajo realizado la semana pasada tengáis en cuenta lo importante que son las expectativas en vuestros resultados.
Esta semana quiero que penséis en lo que ocurre cuando, a pesar de nuestras buenas expectativas y del esfuerzo realizado, no conseguimos los objetivos esperados. El curso pasado algunas veces me deciáis: "profe, es que me he esforzado un montón en mi casa pero no me salía y ahora me pones un cero (cuando no teníais hecho algún ejercicio de las tareas); profe, es que ya no puedo estudiar más y aun así sigo suspendiendo", etc.
No voy a entrar ahora en si vuestra percepción es real. Es decir, si realmente os habéis esforzado un montón y ya no podéis estudiar más. Vamos a suponer que sí. ¿Qué hacer en esos casos? Lo último es venirse abajo. Es más, es bueno que empecéis a asumir que es habitual que los esfuerzos en conseguir un objetivo sean infructuosos. Son muchos los buenos tenistas que dedican horas y horas a perfeccionar su técnica con la mayor entrega y trabajo, pero sólo uno gana Wimblendon. Los demás qué son, ¿unos fracasados? ¿su esfuerzo es inútil?
Os voy a contar una historia interesante (sí, sí no bostecéis). En el año 1761 más de un centenar de científicos de varios países (principalmente británicos y franceses) viajaron a lugares variopintos para medir el tránsito de Venus. Este planeta se coloca entre la Tierra y el Sol en un periodo irregular. Los tránsitos se producen en parejas con ocho años de separación (el último fue en 2004, el próximo será el año que viene), pero luego no se repiten durante un siglo o más (¿alguien puede averiguar cuando va a ser el primer tránsito después de 2012?).
Los científicos pensaban que si medían el ángulo que formaba Venus al pasar por delante del Sol desde puntos determinados de la Tierra, se podrían utilizar razonamientos trigonométricos para calcular la distancia de la Tierra al Sol y para calcular luego las distancias a todos los demás cuerpos del sistema solar.
Fue la primera empresa científica internacional cooperativa de la historia, y surgieron problemas en casi todas partes. Muchos observadores se vieron frustrados en sus propósitos por la guerra, la enfermedad o el naufragio. Otros llegaron a su destino pero cuando abrieron las cajas se encontraron con que el equipo se había roto o estaba inservible. Jean Chappe pasó meses viajando por Siberia en coche de caballos, barco y trineo, protegiendo sus delicados instrumentos de las peligrosas sacudidas, sólo para encontrarse con el último tramo de la ruta bloqueado por los desbordamientos fluviales, consecuencia de unas lluvias de primavera excepcionalmente intensas, que los habitantes de la zona se apresuraron a achacarle a él después de verle enfocar hacia el cielo sus extraños instrumentos. Chappe consiguió escapar con vida, pero no pudo realizar ninguna medición útil.
Peor suerte corrió Guillaume Le Gentil. Partió de Francia con un año de antelación para observar el tránsito en la India, pero se interpusieron en su camino diversos obstáculos y aún seguía en el mar el día del tránsito... Era precisamente el peor sitio donde podía estar, ya que era imposible efectuar mediciones precisas en un barco balanceante en movimiento.
Le Gentil, pese a todo, continuó hasta la India para esperar allí el tránsito siguiente, el de 1769. Como disponía de ocho años para prepararse, pudo construir una estación observatorio de primera categoría, comprobar una y otra vez los instrumentos y tenerlo todo a punto. La mañana del segundo tránsito, el 4 de junio de 1769, despertó y comprobó que hacía un día excelente. Pero justo cuando Venus iniciaba el tránsito, se deslizó delante del Sol una nube que permaneció allí casi las tres horas, catorce minutos y siete segundos que duró el fenómeno.
Le Gentil empaquetó estoicamente los instrumentos y partió hacia el puerto más cercano, pero en el camino contrajo disentería y tuvo que guardar cama casi un año. Consiguió finalmente embarcar, débil aún. En la travesía estuvo a punto de naufragar en la costa africana debido a un huracán. Cuando por fin llegó a Francia, once años y medio después de su partida, y sin haber conseguido su objetivo, descubrió que sus parientes le habían declarado muerto en su ausencia y se habían dedicado con gran entusiasmo a dilapidar su fortuna.
Esta historia y otras muchas igual de interesantes las podéis encontrar en
Una breve historia de casi todo, el maravilloso libro de Bill Bryson. Hay una edición de bolsillo muy barata. Os la recomiendo. Estoy convencido de que si lo leéis me lo vais a agradecer.
¿Fue Guillaume Le Gentil un fracasado? ¿Su esfuerzo no sirvió para nada? ¿Qué pensáis vosotros?
Tareas para esta semana (deben estar realizadas antes del día 1 de noviembre a las 19:00):
- Expresar vuestra opinión sobre el tema planteado a través de un comentario en este blog.
- Investigar y publicar en vuestro blog alguna historia parecida en la que aparentemente no se consigue nada después de haber invertido el máximo esfuerzo.
- Leer las orientaciones de la próxima entrada del blog de inminente aparición (posiblemente mañana). Habrá un reto sorpresa.